RETIRO DIOCESANO 11 septiembre 2021

            Como cada año, la Hermandad Obrera de Acción Católica de Córdoba (HOAC) ha celebrado el sábado 11 de septiembre en la Casa Diocesana de Espiritualidad “San Antonio” su habitual retiro que supone, por un lado, el pistoletazo de salida del nuevo curso para los equipos y militantes y, por otro, revalidar y reafirmar los cimientos de nuestra fe como pilar básico de nuestro compromiso en y con el mundo del trabajo.

            En esta ocasión, hemos hecho presente la realidad de precariedad, explotación y exclusión que se está enseñoreando del mundo obrero y del trabajo con testimonios de personas que la están sufriendo en sus vidas. Esta realidad de sufrimiento, la hemos iluminado desde la palabra de Dios y la Doctrina Social de la Iglesia para terminar realizando un discernimiento en torno al compromiso personal y comunitario que debemos tener para que el mundo sea más humano y más justo haciendo visible a Jesucristo en él.

Vamos a reproducir en estas páginas lo más relevante del retiro para aquellos que no tuvieron oportunidad de asistir.

ORACIÓN INICIAL

A resaltar las dos antífonas que fueron calando en nuestro ánimo:

  • “Señor enséñame a ver detrás de cada palabra, un hermano”.
  • “Pon tus capacidades al servicio de la comunidad”

Y también esta oración

¡Si tú cambiaras!

La realidad de este mundo que vemos y admiramos todos, tiene deficiencias. Vemos cosas que no están bien, que desentonan, que serían mejorables.

¿Qué hacer?

Muchos adoptan esa postura fácil del lamento, del menear la cabeza desaprobando, del cruzarse de brazos en actitud de espera.

¿Comprendemos nuestra responsabilidad?

¿Nos damos cuenta de que, al mejorar tú y yo, ese mundo habría mejorado?

  • Si yo cambiara mi manera de pensar hacia otros, me sentiría sereno.
  • Si yo cambiara mi manera de actuar hacia los demás, les haría felices.
  • Si yo aceptara a los demás como son, sufriría menos.
  • Si yo me aceptara tal cual soy, cuánto mejoraría mi hogar, mi ambiente.
  • Si yo comprendiera mis errores, sería humilde.
  • Si yo deseara siempre el bienestar de los demás, sería feliz.
  • Si yo me fijara en lo positivo de todos, la vida merecería vivirse.
  • Si yo amara al mundo lo cambiaría.
  • Si yo me diera cuenta de que, al lastimar, el primer lastimado soy yo, pasaría haciendo el bien.
  • Si yo criticara menos y amara más, la vida sonreiría.
  • Si yo cambiara, el mundo habría cambiado…

Soñamos con un mundo mejor, con un mañana distinto. Es un quehacer para todos, también para ti.

Esa situación de un mundo que no nos llena, nos cuestiona e interpela.

No esperes a ocupar un gran puesto en esta sociedad. Hay pequeñas dosis de felicidad que tú tienes en tu mano. No cierres el puño. Ábrelo y date.

Ser solidario es conocer la realidad y sus problemas, compartir luchas y esperanzas y arrimar el hombro…

Ser cristiano no es contar lo que hizo Jesús, es hacer lo que Él hizo. Él vio el mal, bajó a ese mundo y quiso que el pueblo tuviera vida y la tuviera en abundancia…

Esa solidaridad nos hará creíbles y testigos ante los hombres.

Hoy el mundo está cansado de palabras y busca obras, personas de bien. El mundo y Dios cuentan contigo. No los defraudes.

“El mensajero seráfico”

1ª REFLEXIÓN:

VER

TESTIMONIO 1

Soy mujer, tengo 45 años. Antes trabajaba en el metal, nunca más de un año seguido, para no tener que hacerme fija. Una vez, mientras hacía tiempo para que me volvieran a llamar, decidí buscar otro empleo: necesitaba independencia económica. Una empresa de trabajo temporal (ETT) me contrató para labores de empaquetado. En esa empresa los contratos son de lunes a viernes. Si lo haces bien, te vuelven a llamar y te cambian de sección para que no establezcas relaciones con las compañeras de trabajo. Todos los viernes, al acabar la semana, mis compañeras y yo miramos rápidamente el móvil para ver si trabajaremos la semana siguiente. Es la agonía de todas las semanas. El ambiente es de incertidumbre, nerviosismo y malestar. Al llegar los viernes siento una opresión en el pecho y me pongo de mal humor. Los sindicatos han intentado entrar, pero lo tienen muy difícil, ya que nadie abre la boca. Y lo peor de la situación es que todo esto es legal.

TESTIMONIO 2

Trabajo en una residencia de ancianos. Al iniciarse la pandemia, las auxiliares no disponíamos de equipos de protección individual; los confeccionábamos nosotras con bolsas de basura, a partir de las fotos que nos mandaban las compañeras por redes sociales. Solicitamos el uso de mascarillas y la respuesta de la empresa fue que no era aconsejable para no crear alarma a los residentes. Al salir a la luz la precaria situación en mi residencia, enviaron algunos medios de protección.

Como podéis imaginar, la mayoría de las trabajadoras y trabajadores terminamos contagiándonos, tuvimos que aislarnos en casa, algunas compañeras acabaron en la UCI y algunos residentes fallecieron.

La dirección nos ha hecho sentir, de forma sutil, que éramos las responsables de haber introducido el virus en la residencia y no quiere asumir que gran parte de lo sucedido ha sido por los fallos en las medidas de prevención.

JUZGAR DESDE LA PALABRA DE DIOS Y EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

Ahora vamos a mirar esa realidad con los ojos de Dios, para ver cómo Él ve y obrar cómo Él obra, siempre a favor de los más desfavorecidos…, indicando el camino para ser y vivir como personas.

Se dio lectura del Evangelio según San Mateo, 20 1-16 (los jornaleros de la viña)

Y, a continuación, se leyó un pasaje de Cáritas in veritate del Papa Benedicto XVI que dice: “La economía de cualquier país debe servir a la gente, no al revés. El trabajo es más que una manera de ganarse la vida; se trata de una forma de continuar participando en la creación de Dios. Si la dignidad del trabajo se va a proteger, los derechos básicos de los trabajadores deben ser respetados: el derecho a un trabajo productivo, a salarios dignos y justos, a la organización y la unión de los sindicatos… En muchos casos la pobreza resulta de una violación de la dignidad del trabajo humano, bien porque se limitan sus posibilidades (desocupación, subocupación), o porque se devalúan los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia

Posteriormente, se nos invitó a reflexionar lo que nos dicen estos textos ante la situación que vivimos en el mundo del trabajo.

ACTUAMOS PARA TRANSFORMAR NUESTRO MUNDO

Nos dice el Papa Francisco (Encuentro Mundial de Movimientos Populares, Santa Cruz 2015) “No hay peor pobreza material que la que no permite ganarse el pan y privar de la dignidad del trabajo. El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son el resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima de la persona

Para cambiar esta situación en la HOAC hemos decidido actuar desde la defensa del trabajo decente, por eso:

  • Ponemos en el centro a la persona, rompiendo la actual lógica de pensar y organizar el trabajo desde lo económico y los intereses de unas pocas personas.
  • Planteamos el sentido y el valor del trabajo más allá del empleo: distribuir de manera justa y digna el empleo y reconocer socialmente todos los trabajos de cuidados necesarios para la vida humana.
  • Luchamos por condiciones dignas de empleo: sin lucha por la afirmación de los derechos de las personas en el empleo no es posible humanizar el trabajo.
  • Buscamos una sociedad que articule de forma humanizadora el trabajo y el descanso.
  • Queremos luchar por la defensa de los derechos humanos y, en concreto, por el derecho al empleo digno.

Hubo un tiempo de silencio en el que se invitó a que cada persona haga su compromiso o compromisos concretos ante el Señor.

2ª REFLEXIÓN

  1. Este es nuestro único Señor

Este es Jesús sacramentado, nuestro Señor, nuestro único Señor. No podemos servir a Dios y a otros dioses, como nos ofrece nuestra sociedad consumista y materialista. “Nadie puede estar al servicio de dos amos, porque aborrecerá a uno y querrá al otro, o bien se apegará a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero (Mt 2, 24) No podemos poner nuestro corazón en Jesucristo, y al mismo tiempo, ponerlo en otros ídolos que van devorando nuestra vida y la de las personas que nos rodean. Tú ¿Dónde tienes puesto el corazón? Mira hacia el altar, es el cuerpo de Cristo, el mismo que cuando estaba en la cruz pronuncio tu nombre y te dijo: “Entrego mi vida por ti, para que comprendas lo que te amo y entiendas que solo podrás tener Vida Plena y Eterna si la pones al servicio del Plan de Dios para toda la humanidad: que viváis como hermanas y hermanos, como hijas a hijos de un mismo Padre” Solo desde el amor podemos entretejer relaciones de fraternidad. En estas relaciones no podemos olvidar al hermano, especialmente al mas débil, al pobre y desvalido. Ellos, los empobrecidos, son custodia de Cristo. Jesús de Nazaret está en ellos. “Os lo aseguro: cada vez que lo hicisteis con un hermano mío de esos más humildes, lo hicisteis conmigo.” (Mt 25,40). En el altar esta el cuerpo de Cristo, el cuerpo de una víctima injustamente ajusticiada en Cruz… y resucitada. Una víctima a la que dios Padre no olvido, ni la muerte ni el pecado, ni la injusticia tienen la ultima palabra. Las víctimas de nuestra historia, las personas caídas al borde del camino…tampoco son olvidadas por Dios. El mundo obrero y del trabajo, especialmente el más empobrecido, es también un lugar de encuentro privilegiado con Jesucristo. Jesús esta ahora pronunciando tu nombre, y te pregunta ¿a quien sirves? ¿a mi o a otros ídolos? Y si me sirves a mi ¿esta tu vida puesta al servicio de los que as te necesitan? Porque solo me puedes amar si unes tu vida a la vida de los pobres, si te haces responsable de su suerte que es la mía. “sigamos en manos de Dios para escucharlo y sentirlo e lo más profundo de nuestro ser.

2. El Divino Obrero de Nazaret

Jesús nació en una familia obrera. ¿Casualidad? Una familia que para poder vivir tenía que trabajar. Eran unos “don nadie”. Nazaret era un pequeño pueblo de Galilea, una tierra pobre y olvidada. Un territorio invadido por Roma donde la injusticia y el abuso estaban a la orden del día. Jesús aprendió el oficio de su padre, hacían un poco de todo, construcción, madera… Él sabía lo que era el trabajo duro, las jornadas interminables, el dinero escaso, la precariedad y la pobreza… Ser hombre y mujer trabajadora es experimentar la vida de Jesucristo. Trabajar no es una condena, aunque el egoísmo humano en eso lo convierte. No es una condena es una gracia de Dios que nos acerca a Jesús. ¿Por qué Señor hay tantos hombres y mujeres del mundo del trabajo que no te conocen? ¿Por qué en demasiadas ocasiones a los cristianos se nos olvida reconocer a Cristo en el sufrimiento del mundo obrero y del trabajo? Y el divino obrero de Nazaret sigue estando presente en los trabajadores y trabajadoras de nuestro tiempo. Y hay tanto sufrimiento y tanta injusticia en la manera de concebir y organizar el trabajo humano. Es ese mismo Cristo que adoramos, el que es echado al paro o a un ERTE, el que tiene que migrar porque no tiene futuro en su tierra, al que se le niegan sus derechos, se le explota en la economía sumergida, pierde su salud o muere en accidente de trabajo, encadena contratos de trabajo temporales, tiene horarios imposibles, cobra un salario injusto o invierte todos sus ahorros para poner n pequeño negocio como persona autónoma para poder sobrevivir… Es la misma Sagrada Familia la que no puede atender la educación de sus hijos, la que ve con angustia que no llega a final de mes, la que tiene dificultades para afrontar su hipoteca, la que es desahuciada de su vivienda, la que no puede pagar el recibo de la luz, la que viene a Cáritas pidiendo ayuda… Todos conocemos a estas personas que nos rodean, podemos ser incluso una de ellas ¿Cómo te duele ese sufrimiento? ¿Cómo te duele Cristo y como te duelen los “crucificados” de nuestra historia?

  • 3. Te pedimos perdón Señor.

Te pedimos perdón Señor, porque muchas veces vivimos mirando solo nuestro ombligo o buscándote en las alturas y en los pedestales… Pero Señor tu estas a nuestro lado junto a los hombres y mujeres del mundo obrero que tienen unas condiciones de vida precarias e injustas ¿Cómo es posible que no te busquemos entre ellas? Están tan cerca de nosotros y no las vemos, no las queremos ver. Sin darnos cuenta nos hemos dejado atrapar por otros ídolos. La búsqueda del bien particular, el amor propio, el ganar, gastar y gozar, el consumismo sin freno, el individualismo… se han colado por las rendijas de nuestro corazón. Te pedimos perdón porque queremos hacer compatible nuestra fe en ti y una vida de comodidad y de indiferencia ante el sufrimiento de los que nos rodean. Y eso es imposible. Tú nos llamas a ser místicos en el corazón del mundo, en el corazón también del mundo del trabajo. Te pedimos perdón por las veces que encerramos la Eucaristía entre los muros del templo y no la celebremos para seguir viviéndola cotidianamente entre las personas sufrientes. A eso nos llamas cuando nos dices “haced esto en memoria mía”, a que nos alimentemos de Ti para que también partamos nuestra vida y la entreguemos entre la gente. Eso es ser Evangelio en nuestras casas, en nuestros centros de trabajo, en nuestras organizaciones, en nuestras parroquias, en los distintos ambientes donde convivimos. Te pedimos perdón por no querernos complicar la vida. Que la pandemia, Señor, no sea una excusa para replegarnos sobre nosotros mismos. Tu conoces nuestro corazón. Ayudamos a seguirte en nuestra debilidad.

  • 4. Nuestra acción de gracias es un compromiso

En este tiempo de oración ante Ti, Señor, siento tu acogida y tu perdón. Experimento la gracia de tu amor. Tu nunca me abandonas, a pesar de haberte defraudado tantas veces. Tu amor misericordioso me hace sentirme una persona agraciada y agradecida. Pero ¿cómo puedo responder a ese amor? Y tú me contestas: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto”. (1 Jn 4, 20) Solo podemos responder al amor de Dios a través de nuestros hermanos y hermanas. Por ellos nuestra acción de gracias se expresa en un compromiso con aquellas personas que sufren, especialmente, con las mas desvalidas. Y un compromiso que, para ser cristiano, solo puede ser expresión de la Caridad, también la caridad social y política. El mundo obrero y del trabajo, especialmente el descartado, necesita de hombres y mujeres de fe que atiendan las consecuencias de la injusticia, la asistencia y promoción personal, pero también que se pregunten y afronten las causas de dicha injusticia para, con amor de Dios y a los hermanos erradicarlas. El amor también se concreta, como nos dice el papa Francisco en “… aquellos actos de la caridad que impulsan a crear instituciones más sanas, regulaciones más justas, estructuras más solidarias (181). De ahí que sea un acto de caridad igualmente indispensable el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer la miseria (182). Es caridad acompañar a una persona que sufre, y también es caridad todo lo que se realiza, aun sin tener contacto directo con esa persona, para modificar las condiciones sociales que provocan su sufrimiento” (Fratelli Tutti, 186). Ahora, ante Cristo Sacramentado es el momento de ser agradecidos por su Amor y de expresar ese agradecimiento en un compromiso por nuestros hermanos y hermanas del mundo obrero y del trabajo. Un compromiso cristiano que sea concreción de la Caridad. Ayudar a través de Cáritas, comprometerme en Manos Unidas, participar en la asociación de vecinos de nuestro barrio, acompañar la vida de los trabajadores/as en un sindicato, desarrollar un compromiso en un partido político… Donde cada uno y cada una considere según sus posibilidades y vocación: Pero con la conciencia de que desde e Amor misericordioso y la Compasión que dios derrama en nosotros, todos son compromisos eclesiales. Es la Iglesia la que nos envía a llevar a Jesús y su Evangelio al mundo.

  • 5. La Virgen María, madre de Dios, una mujer del mundo obrero

María Madre de Dios, ruega por nosotros. María Madre de los pobres, ruega por nosotros. María madre del mundo obrero y del trabajo, ruega por nosotros. María una mujer sencilla, del pueblo. Una trabajadora infatigable. Una discípula que dijo si a la propuesta de vida que le ofreció Dios. ¡Cómo tuvo que cambiar su realidad! No debió ser fácil. Un ejemplo para nosotros/as. Tú ¿Cuántas veces eres capaz de decir, sin condiciones a lo que dios te ofrece? Ella es para nosotros un faro que nos ilumina en el seguimiento de Cristo. Ella nos enseña también que significa para los cristianos y las cristianas de hoy ser Madre de Dios. En la sencillez de un establo, entre los pobres y lejos de su tierra, dio a luz a Jesús. Unos trabajadores, los pastores, fueron los primeros en acoger y dar gracias a Dios por el Salvador, por el Liberador de toda esclavitud. Hoy, tú y cada uno de nosotros y nosotras estamos llamados como María a dar a luz a Jesús entre las personas que nos rodean, entre el mundo obrero y del trabajo, entre las familias trabajadoras en nuestros barrios. Estamos llamados a que nazca Dios en la realidad sufriente de nuestro mundo. A que las relaciones de anos y fraternidad sean las que presidan nuestros vínculos personales y sociales, también la economía, el empleo, la política… Eso significa que la persona debe ser el centro de toda la realidad y que solo podemos construir un proyecto social desde la búsqueda del bien común y la solidaridad. Eses es nuestro reto. Miremos a María, ella siempre nos lleva a Jesús. Madre ante tanto dolor e injusticia, sepamos nosotras y nosotros no mirar hacia otro lado y construir comunión. Dejemos nuestro corazón abierto a María, Madre de Dios, Madre de los pobres, Madre del mundo obrero y del trabajo.

Con posterioridad a cada una de las dos reflexiones se dio tiempo para la oración personal para las que se sugirieron las siguientes cuestiones:

  1. ¿Cómo estoy viviendo la relación con los pobres? ¿Cómo vivo la solidaridad? ¿Qué eco producen en mí los problemas sociales, los recortes a los derechos de las y los trabajadores…?
  2. ¿Soy consciente de que tengo que prescindir de cosas, dinero, actitudes…, para servir mejor al proyecto que Dios tiene para mi vida? ¿Soy consciente de que yo también tengo que cambiar?
  3. ¿Cómo llevo mi vida de oración? ¿Me encuentro con Dios como Padre desde la vida? ¿Doy importancia en mi vida a la celebración de la Eucaristía y la Penitencia? ¿Estoy convencido y trabajo para que, como rezamos en el Padrenuestro y nos enseña la doctrina social de la Iglesia, la tierra con todos sus bienes creados por nuestro Padre Dios, sean para utilidad de toda la familia?

Concluimos con la celebración de la Eucaristía donde oramos y sentimos nuestra firme voluntad de vivir desde Cristo, en comunión con la Iglesia, siendo fieles a los más pobres del mundo obrero.   

Salimos de él fortalecidos por el Espíritu y entusiasmados de cara al curso que comienza.