Las apariencias engañan
Dicen que la primera impresión es la que vale. Y es verdad. Suele ser así. Pero no siempre. En ocasiones, el envoltorio de una situación concreta, o, por ejemplo, de una persona, nos envía un primer mensaje que distorsiona lo que hay bajo su piel, bajo su ropaje… que nos oculta lo que la historia de esa persona ha hecho de ella.
Hay veces que no puedes imaginar siquiera las vicisitudes de alguien sólo con ver cómo habla, cómo saluda, cómo viste o cómo se mueve.
Lo primero que Teresa nos hacía llegar, el primer mensaje de su lenguaje corporal para quien tuviera la suerte de conocerla, era la de una abuelita jovial… como tantas. Buena gente… entrañable. De esas clásicas abuelas expertas en hacer punto, leer revistas del corazón, creyentes a la manera más clásica posible y dedicadas toda su vida a cuidar de su casa… de su familia… y nada más.
No puede ser más engañosa esa primera impresión. Porque Teresa, sí, era una abuela de categoría. Pero su historia personal nos habla de muchas cosas que no tienen nada que ver con una vida apacible, doméstica, dedicada a su hogar y nada más.
La historia de Teresa nos habla de un camino de lucha por la justicia. O mejor dicho… Teresa nos habla, a través de su historia, de cómo vivir persiguiendo un gran ideal de justicia. Esa es la abuelita que te sonreía tras sus gafas de aumento.
Teresa nos habla a través de su historia de militancia honda y a tumba abierta, en la izquierda política y social. Nos habla a través de su fidelidad a la clase obrera y del compromiso con su causa. Nos habla de las vicisitudes para vivir desde esa convicción, siendo emigrante en Francia. Nos habla, en definitiva, de la fuerza moral de quien lucha por la justicia incluso en tiempos de clandestinidad.
Teresa nos da una gran lección de vida a través de su historia de cuidado de su familia. En especial de su marido. Una persona que necesitó mucha ayuda, mucha aceptación de su realidad. Una persona que recibió toda la fuerza y el cariño de Teresa… Una persona que también la ayudó a ser quien fue.
Teresa, también nos interpela a través de su historia de conversión. De su camino desde el comunismo más revolucionario, al cristianismo más comprometido. Una militante obrera que gracias a los cursillos de cristiandad descubre que Jesús de Nazaret ya trabajó, hace dos mil años, por la justicia social, por poner a las personas empobrecidas en el centro de la vida, en el centro.
Teresa, nos da una lección de vida a través de su militancia en la HOAC. Humilde, sencilla, dócil al mensaje de Jesús, en comunión con el núcleo duro de cualquier Evangelio: el amor. El amor más omnímodo posible. Y la opción por los pobres… por las pobres. El trabajo por la justicia siempre desde el amor a la persona… y junto a ella.
Teresa no era sólo una abuelita simpática y entrañable. Era eso… y mucho más… muchísimo más. Y las gentes que damos vida a la HOAC de Córdoba sentimos el grandísimo agradecimiento de haberla disfrutado en la última etapa de su vida.
Teresa, hermana. La HOAC cambió cuando tú llegaste a ella. Y no volverá a ser la misma ahora que te has marchado. Seguimos en comunión contigo. Porque, de otra manera, sigues en nuestra comunidad.
Hasta mañana en el altar, hermana Teresa.