Carmen Arias. ¡Hasta mañana en el Altar!

Carmen ha sido siempre una mujer sencilla, humilde, amante esposa y más tarde, viuda pobre. Su vida ha sido siempre una lucha contra la adversidad. Esa a la que tan acostumbrada está la gente obrera.

Retrato de Carmen Arias
Carmen Arias

Porque Carmen vivió en un barrio obrero de Córdoba (Fátima), compartió su vida con un obrero y tuvo tres hijos que también viven dentro de las circunstancias del Mundo Obrero más desfavorecido. Es por eso que Carmen, aunque nunca disfrutó de una nómina a cambio de su trabajo, era obrera de los pies a la cabeza.

Podría haber elegido cualquier camino para enfocar su vida. Pudo desviarse por la ruta de la desesperación o de la rabia, quedar presa del conformismo o quizá del resentimiento. Pero entre todas las rutas posibles, emprendió la carretera de la Esperanza.

Esperanza motivada por una Fe inquebrantable en el Dios carpintero de Nazaret. Su amistad con Él le llevó a plantearse la vida como un acto de servicio cotidiano a otras gentes como ella: sencillas, humildes, envejecidas por la dureza de sus vidas… y obreras. Carmen es vivo ejemplo de eso que se puede leer en el Evangelio de Mateo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños.» (Mt 11,25)

Carmen se integró en la vida de su parroquia, y ésta le puso en contacto con esa realidad que sólo puede ver quien se encarna en la pobreza del Mundo del Trabajo. Llevada de su opción: la Esperanza, fue creciendo una actitud de servicio y, sobre todo, de ternura hacia toda persona que necesitara un gesto de apoyo, una sonrisa cálida, o cualquier ayuda moral o material.

Más tarde se cruzó la HOAC en su vida, donde siguió macerando su Fe, ya madura, con la Doctrina Social de la Iglesia, con la opción por la Justicia. Y su Esperanza creció.

En su equipo de HOAC sabían de sus problemas, algunos muy graves. Los compartió en Comunión de Vida. Lloró y también sonrió en los «Ver, Juzgar y Actuar» de las reuniones… Y luchó. Luchó con todas las fuerzas de su legendaria Esperanza, llena de raspaduras, heridas y arañazos, pero madura y alumbradora de otras Esperanzas alrededor suya.

Y así fue viviendo, hasta que esa enfermedad que te roba la identidad empezó a invadir su cerebro. Carmen fue desapareciendo poco a poco dentro de su pensamiento cada vez más confuso y oscuro. Con el paso de los meses, la perdió la HOAC primero y después su parroquia de Fátima. El mal de su cerebro le impidió continuar con su vida. Sin embargo, lo peor fue que también la perdieron todas las ancianas y ancianos del barrio para quienes Carmen suponía un apoyo tan grande.

En su última época ni siquiera recordaba ya quien era ella. Ha sido necesario que partiera hacia el Padre para que pueda recuperar su identidad: la Esperanza.

Querida Carmen Arias. Sabemos que ahora estás al lado de tu amigo el carpintero de Nazaret, seguramente haciendo inventario de tu vida, recuperando tus recuerdos… tu identidad. Aquí quedamos huérfanos de tu persona, pero herederos de tu Esperanza.

Gracias Carmen. Sigues viva en tanta gente que recibió tu ayuda… en tanta gente que compartió tus días.

Hermana Carmen Arias. ¡Hasta mañana en el Altar!

Un comentario en «Carmen Arias. ¡Hasta mañana en el Altar!»

  • 29 mayo, 2020 a las 8:17 PM
    Enlace permanente

    Carmen, para mí has sido mucho más que una hermana…. Siempre te recordaré hasta el momento en que nos volvamos a encontrar… Manoli.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.